Naturaleza Mutante
2006
Fue un proyecto realizado durante el Taller Internacional de Paisaje de Blanca (Murcia) impartido por Javier Pérez. Mi investigación se centró en el enfrentamiento y conexión entre cultura y naturaleza. Para ello, seleccioné uno de sus lugares más idiosincrásicos de la localidad: el entorno paisajístico del castillo.


Sus vistas privilegiadas ejemplifican como el paisaje humano, arquitectónico y natural comparten el mismo escenario. Aunque el entorno presentaba un aspecto bastante degradado desde el punto de vista medioambiental.
Realicé un archivo de imágenes, constatando, no sólo cómo la montaña había sido colonizada por la arquitectura y las infraestructuras urbanas, sino también, el absoluto abandono del lugar a su suerte. El visitante queda anonadado ante su descuidado aspecto, de casas semiderruidas y basura de todo tipo, arrojadas por personas incívicas, que lo contaminan y maltratan.


Reparé en como los materiales artificiales se habían integrado en la naturaleza geológica y biológica, produciéndose transferencias entre lo natural, lo arquitectónico y lo humano. Tal ausencia de límites entre ellos me hizo comprender que lo que se ofrecía ante mis ojos era una naturaleza híbrida, metamórfica y mutante.


Tomando como referencia los principios del arte contextual en el paisaje, comprendí que penetrar la naturaleza construida y domesticada no implica en absoluto gestos complejos o demostraciones de fuerza. Si el arte es experiencia entonces, experimentarse uno mismo como sujeto, como ser, confrontándose al espacio y al tiempo, es un gesto primordial. Lo importante es elegir una localización, explorarla físicamente para, más tarde, construir una propuesta que manifieste el encuentro con el sitio exacto, estableciendo con él una relación osmótica que permita sentirlo con autenticidad haciendo que el arte se convierta en vivencia. El arte es uno de los medios más eficaces para empatizar con lo otro haciendo visible lo invisible, aquello que pasa desapercibido porque no lo valoramos.



Si el recorrido meditativo y la exploración fotográfica, llevada a cabo durante varios días, me había permitido conectar con las circunstancias de este lugar, y su vivencia no me había dejado indiferente, el siguiente paso era intervenir en él osmóticamente para evidenciar la percepción de naturaleza transferida y estropeada por la excesiva intervención antrópica. Para ello seleccioné entre los restos de basura, aquellos objetos que me parecieron significativos para dar forma escultórica e instalativa a tales percepciones.


Ideé una instalación efímera en la que hacer más palpable el proceso degenerativo al que está sometido un paraje tan antropizado. Una propuesta crítica desde la conciencia ecológica y el contacto directo con la que experimentar los límites borrosos y lo absurdo de las taxonomías sobre el paisaje en la contemporaneidad. Me pregunté ¿Cómo abordar el mundo de la ruralidad o naturaleza habitada? ¿Cómo cambiar la percepción ciudadana sobre su entono cuando se ha roto el diálogo entre lo natural y lo cultural?


Motivada por la necesidad de expresar la ausencia de límites entre paisajes, intervine una zona del cerro en la que el visitante podía realizar un recorrido por la singularidad de cada una de las construcciones en las que ensamblé tierra, piedras, vegetación y objetos. Estas entidades surrealistas, en las que naturaleza y artificio se mezclaban, crecían desde la tierra, las rocas o la vegetación como si de especies híbridas se trataran. Además, reforzaban la evidencia del estado de alteración, degradación y dominio en el que estaba este paraje.

De todo ello se desprendía la idea de naturaleza construida, encarcelada y violentada, un continuum en el que la adaptación entre los reinos se expresaba como mutación. Una ausencia de límites entre lo natural y lo artificial que sentaba las bases de que, cuando seguimos violentándola y no se detienen las causas de la degradación, la naturaleza se convierte en un proceso irreversible incapaz de reconstruirse a sí misma o, por lo menos, de ofrecernos las mismas condiciones para nuestra existencia.


El sueño de la conservación necesita una buena dosis de conciencia cívica en busca del equilibrio y el intercambio del ser humano con el medio natural. El presente de la humanidad necesita compromisos políticos, sociales y económicos para la restitución urgente de los cada vez menos espacios naturales que quedan en el paisaje.






